Parece ser que en Berlanga había un núcleo poblacional en época musulmana, repoblado en el siglo XVI.
La fisonomía urbanística en la parte más antigua de la población, conserva claramente las características musulmanas: manzanas irregulares, dispuestas sin ordenamiento aparente.
El lugar carece de fortaleza, murallas o puertas, aunque es posible que en tiempos árabes contara con algún tipo de defensa.
La iglesia se sitúa en el S.O. del pueblo. Las edificaciones no se extendieron de forma radial como era de esperar, sino que siguieron una distribución hacia levante, que es más dificultosa.
Hay varias secuencias cronológicas y morfológicas bien diferenciadas en su constitución y desarrollo.
El núcleo de poniente es el más antiguo. Adopta este enclave una forma pentagonal y compacta, definiendo lo que fue la Berlanga primitiva anterior al XV, cuyos límites quedaban determinados por las calles Vera, Damas, Iglesia, Puerto del Queso, Plazoleta del Pilar, Calleja del Mudo, calle Albardilla, y la calleja de la Alcazaba; esta última situada en la parte más alta del extremo NO, y que por su situación y denominación pudiera hacer referencia a una antigua fortificación allí dispuesta durante la etapa árabe del asentamiento.
Las manzanas son pequeñas y de estructura y diseño de gran irregularidad, con plantas que originan polígonos con multitud de entrantes y salientes. Esta disposición no parece guardar ninguna lógica urbanística de carácter semejante a la que define la organización de los asentamientos cristianos.
El sistema de circulación se articula mediante ensanchamientos y plazuelas, que permiten el paso de unos espacios a otros, pero sin constituir verdaderamente calles en muchos casos.
En esta trama resulta difícil distinguir entre calles principales y secundarias, todas parecen ser de igual importancia.
En este recinto aparecen amplias plazas por delante y detrás de la iglesia parroquial, y frente al Ayuntamiento. En las proximidades se sitúa la Casa de la Encomienda de la Orden de Santiago.
Otras placillas menores son las denominadas de Francisco Rubio, del Pilar y de Santo Domingo, ésta última de trazado completamente irregular. Había fuentes en ellas. Otra fuente llamada la del Pozo Viejo, se hallaba hacia el SE del enclave primitivo, constituyendo, como es habitual, importante foco de atracción para la disposición de edificaciones. Bajo su influencia se generó la calle Pozo Viejo, que en documentos del siglo XVI aparece mencionada como la de mayor tránsito y comercio de gentes.
Nuevas edificaciones se levantaron después, delimitando una ronda de calles en las que la línea exterior más moderna quedaba constituida por fachadas principales que daban frente a las traseras, tapias y puertas falsas de las más antiguas.
La expansión de la población a partir del siglo XV se produce en distintas etapas, destacando por su mayor actividad el siglo XVI y la centuria comprendida entre mediados del XVIII y mediados del XIX. El desarrollo a partir del núcleo primitivo configura un conjunto en semicírculo en torno al mismo, de sentido norte-este-sur, en el que las calles se disponen de manera centrípeta acusando la atracción del enclave central, hacia el que convergen, con un diseño de ritmo más claro, las nuevas manzanas y las calles que la organizan.
Durante el XVI la población conoce un notable desarrollo, que se extiende hacia levante en forma de arco, buscando aproximarse al camino hacia Llerena, de manera que en las décadas iniciales del XVII, la población estaba configurada en ese sentido por las callejas Millán y Sevilla, que forman un nuevo límite, existiendo ya también los tramos iniciales de la calle Triguero y Hierro.
Las tres situadas hacia el mediodía, entre las calles Ignacio Lozano, Cerro Primero y Cerro Segundo. Las otras dos (Guadalupe y Cuesta) adoptan ya un sentido alargado perpendicular al callejón del Mudo, determinando una fase de crecimiento bien diferenciada respecto del recinto primitivo, y cuya disposición sobre una zona más alta, y de topografía más complicada, queda de manifiesto en la nomenclatura de las calles que allí existen. Igual trazado siguen las calles Mazacote, Ancha, Virgen de los Dolores y Esperanza, que son del XIX. De ese siglo son también las calles Cantarranas, Pereira y parte de Picota, siendo el resto de esta última de principios del XX.
El censo de casas pasa de 550 en el XIII, a 1.200 en 1.970, aumentando considerablemente en las últimas décadas, sobre todo en el barrio de nueva creación, llamado Pintor Rogelio.
En las zonas más antiguas las casas son de una planta, generalmente con doblado.
En el sector correspondiente al crecimiento de los siglos XVI y XVII abundan las casonas de labradores acomodados o hidalgos, con ricos recercos o molduras, y abundante decoración de elementos compositivos en la fachada. Muchas presentan esgrafiados o preciosos blasones, cornisas rematadas en sobresaliente alero, o viseras y tejaroces cubriendo puertas y ventanas. También perduran portadas de granito.
Entre las casonas de estilo barroco destacan las de los Maesso, Guzmán, Alvarado, etc. Este tipo de edificaciones, con las fachadas determinadas por elementos decorativos en resalte, encaladas, y sin zócalo.